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Que hacer en el Centro Histórico

julio 5, 2020

Artículo creado por:

Karina Zatarain

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Heterogénea y vibrante, la Ciudad de México presume una riqueza histórica y diversidad cultural que en pocas zonas se muestra aparente como en la colonia Centro. A través de sus museos, mercados, parques y cientos de edificios patrimoniales, el Centro Histórico cuenta una parte de la historia de esta ciudad que, desde su fundación entre esas cuantas cuadras, se ha extendido de manera aparentemente infinita en todas direcciones.

Las zonas céntricas de cualquier ciudad ofrecen claros atractivos: tener a la mano un sinfín de restaurantes, bares o comercios, el fácil y rápido acceso a espacios públicos, la comunidad que se crea entre vecinos y comerciantes, la posibilidad de prescindir de un coche… No es casualidad que alrededor del mundo, quienes valoran estas características de la vida urbana siempre terminan instalándose en los centros de las ciudades. 

Realmente no hace falta enlistar los destinos turísticos imperdibles del Centro Histórico; el Zócalo, Bellas Artes o la Catedral ya son emblemas de la capital, y aunque visitarlos de nuevo siempre vale la pena, lo que resulta más interesante para quienes viven en o alrededor del Centro es hablar de los secretos mejor guardados de la zona.

En cuanto a arquitectura, difícilmente encontrarás una colonia más ecléctica que el Centro Histórico. Aunque la mayoría de los edificios del Centro son coloniales, existen ejemplos de distintos estilos arquitectónicos.

El Palacio de Iturbide, Casa de los Azulejos y el Palacio de los Condes de Valparaíso son edificios barrocos, mientras que el Palacio de Minería es estilo neoclásico, el Palacio de Bellas Artes es Art Nouveau, el Banco de México y el interior de Bellas Artes es Art Decó y la Torre Latinoamericana ejemplifica el funcionalismo.

Pero no todas las construcciones admirables tienen una función destacada — al caminar por las calles del Centro, te darás cuenta que la mayoría de las fachadas que llamarán tu atención pertenecen a espacios anónimos, muchas veces en desuso y en espera de ser habitados nuevamente. De los aproximadamente 9,000 edificios que conforman la colonia, más de 1,500 están catalogados como patrimonio. 


Para amantes tanto del café como de la historia, no hay mejor lugar para visitar que Café Villarías, en la esquina de López y Ayuntamiento. El local — que ha aromatizado ese rincón del Centro desde 1942 — es el fruto de la larga lucha y esfuerzo de una familia proveniente de España. Villarías vende café por kilo tostado y molido en el mismo establecimiento, un espacio lleno de historia tapizado de fotografías antiguas y repleto de objetos tan funcionales como sentimentales (se conserva, por ejemplo, la máquina de coser que se utilizó originalmente para confeccionar los costales de café).

En cuanto a buena comida, el Centro está lleno de fondas, taquerías y restaurantes que ofrecen diversos platillos. Seas o no vegano, te encantarán las opciones de Vegamo, un pequeño local de doble altura escondido en un antiguo edificio sobre la calle Revillagigedo que ofrece platillos tan variados como hamburguesas, waffles, pad thai y enchiladas. Lo mejor de todo es que este pequeño restaurante se esfuerza por trabajar con productores locales, y sus tés, cafés, cold brews y cervezas artesanales son orgullosamente mexicanas.


Para cenar, uno de los secretos mejor guardados del centro es un espacio que no tiene nombre. Ubicado a un lado del bar Bósforo sobre la calle Luis Moya, el pequeño y misterioso restaurante siempre se encuentra lleno, y después de una cena ahí entenderás por qué.

Agregándole un toque contemporáneo a la gastronomía tradicional mexicana, la chef del lugar ha establecido un rincón único dentro de la ciudad y creado — quizás involuntariamente — una metáfora perfecta de lo que es el bello Centro Histórico.