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Artículo creado por:

Karina Zatarain

Daniel Goldin, quien fuera su director desde 2013 hasta este año, describió la Biblioteca Vasconcelos como un “jardín de serendipia”, en el cual el visitante, sin necesariamente saber qué está buscando, encuentra, sin excepción, algo extraordinario. 

No es coincidencia que el equipo seleccionado para realizar el proyecto arquitectónico de la Biblioteca, encabezado por Alberto Kalach e integrado por Juan Palomar, Tonatiuh Martínez y Gustavo Lipkau, haya concebido el proyecto como “una caja de libros metida en un jardín”, donde el edificio estaría completamente escondido por un bosque, una inmensa arca encallada en un verde exhuberante. Si partimos de que una biblioteca es esencialmente un contenedor –de libros, de ideas, de conocimiento– la fantasía primaria de los arquitectos fue precisamente sobreponer dos contenedores: dentro de los galerones de la Biblioteca, una colección de más de 650 libros, y en el jardín, la colección botánica de plantas tropicales. Hoy es imposible concebir la Vasconcelos sin la abundancia de sus jardines y la riqueza en variedad de especies que lo habitan.

En la Ciudad de México, donde las áreas verdes por habitante no llegan a los 3 m2, la relación –siempre armónica en la arquitectura–  entre naturaleza y artificio resulta esencial. Paradójicamente, la Biblioteca Vasconcelos, el cuarto recinto más visitado de todo el país (después solamente de las pirámides de Teotihuacán, Chichen Itza y el Museo de Antropología), está ubicada en la Colonia Guerrero: una colonia habitada en su mayoría por clases trabajadoras de la industria ferrocarrilera desde su fundación en 1874, y las áreas verdes, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, han sido prácticamente inexistentes. Ahora nos parece difícil imaginarlo, pero cuando Alberto Kalach y su equipo llegó al predio en donde se construiría la Biblioteca, no había árboles ni arbustos: sólo un inmenso terreno gris de casi 38,000 m2 a un lado de la vieja estación de trenes Buenavista. Hoy, el jardín, que contiene casi en su totalidad árboles frutales, arbustos, plantas aromáticas y comestibles, epífitas y más vegetación proveniente del Valle de México, tiene alrededor de 26,000 m2 y recibe diariamente a más de 8,000 personas de todas las edades y contextos, que visitan no solamente uno de los recintos bibliográficos más importantes de Latinoamérica, sino también el recinto botánico en el que está encallado.