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Artículo creado por:

Karina Zatarain

Crédito Nati Harnik/Associated Press

     

Fuera de los obvios estragos que ha producido la pandemia del 2020 en la salud pública y la economía de pequeños y medianos negocios, es innegable que ha traído también otras pérdidas, quizás menos drásticas, pero que pueden afectarnos de una manera aguda y personal. Para miles de atletas alrededor del mundo, por ejemplo, la cancelación de los juegos olímpicos este año representó un golpe duro a sus carreras profesionales y ambiciones.

Pero no sólo los atletas de alto rendimiento sufrieron las consecuencias del necesario distanciamiento social que estamos practicando. Normalmente, en cualquier día de la semana, las calles y parques de ciudades alrededor del mundo son utilizadas por corredores de todo nivel, quienes entrenan simplemente para despejar sus mentes, o incluso para cumplir una meta específica — lograr terminar su maratón local.

     

Crédito Bosque de Chapultepec

     

Es cierto que la cancelación del Maratón de la CDMX no puede considerarse como un hecho inesperado. México, como otros países alrededor del mundo, aún lucha por mitigar sus niveles de contagio del COVID-19, y los eventos masivos se han detenido por un tiempo aún indefinido. Tampoco podemos considerar la cancelación del maratón como una tragedia, sobre todo en comparación con las enormes pérdidas, tangibles e intangibles, que se están viendo a raíz de la pandemia. Sin embargo, para quienes nos dedicamos a pensar en la ciudad — en su mutabilidad, diversidad, y todo lo que puede ofrecer a quienes la habitan — es una lástima tener que prescindir de un día en donde miles de ciudadanos salen a apropiarse de sus calles, cada uno por un motivo profundamente personal, pero persiguiendo en conjunto una misma meta.

La utilización cotidiana del espacio público para correr es una actividad accesible para casi cualquiera, saludable y eco-friendly. Además, crea una conexión entre el ciudadano y su barrio. Si bien al correr entramos en un trance agradable, seguimos pisando sobre el suelo que compone un tejido urbano y pasando al lado de personas que comparten este espacio con nosotros. Correr al aire libre significa adoptar un rol activo en la vida de la ciudad, y beneficia tanto al individuo como a su comunidad.

     

Crédito Tyrone Dukes/The New York Times

     

El maratón de Nueva York en 1975 fue el primero en utilizar calles y parques públicos como escenario de una carrera completa. La energía positiva que esto generó en corredores y espectadores se convirtió en un ejemplo a seguir para otras grandes ciudades alrededor del mundo. Además de generar ingresos para la ciudad, un maratón es un momento emocionante; una celebración de la vida en comunidad y del espacio público. Sólo queda esperar que el siguiente año podamos activar así las calles de la CDMX y, por ahora, amarrar nuestras agujetas y retomar nuestras calles al salir a correr bajo sus árboles. Eso sí, aún con cubrebocas.