Lucrecia Sodo: Artista plástica y arquitecta

Lucrecia Sodo es artista plástica y arquitecta, quien comenzó a pintar en la adolescencia. Desde entonces, paralelamente a sus estudios secundarios y universitarios, pintó cuadros y objetos que tuvieron alcance en el ámbito artístico local. Al terminar sus estudios de Arquitectura en el año 2001, comienza a cursar la carrera de Bellas Artes y asiste al Taller Experimental de Estampado y Serigrafía del Centro Cultural Rojas (Buenos Aires), decidida a investigar nuevas formas de expresión plástica. Realizó varias exposiciones en Buenos Aires y Rosario, entre 2003 y 2006. Estuvo a cargo del Área de Diseño y Coordinación de Arte del taller de Serigrafía del Centro Cultural Arturo Jauretche. En el año 2007 se traslada a México donde incursiona en las técnicas de grabado y cerámica artística. Fue Coordinadora General del despacho de arquitectura PRODUCTORA y actualmente ha emprendido su propia aventura.

¿Qué te llevó a estudiar arquitectura y artes plásticas?

Desde muy chica me gustaba dibujar, ilustrar cuentos, pintar e iba a un taller de cerámica infantil. En mi primaria y secundaria había que optar por actividades plástica o música, yo siempre elegí plástica. En mi casa de la infancia buscaba pinturas y maderas que sobraban de algún arreglo y siempre inventaba algo. Cuando empecé a pensar que estudiar en la Universidad, estaba entre Arquitectura y Bellas Arte. Mi madre es arquitecta, entonces se me hizo más fácil imaginar una vida profesional si elegía arquitectura. En cambio no conocía artistas plásticos, más que mi profesora de cerámica, mi profesora de Arte de la secundaria y algunos artistas amateur de mi pueblo que tenían otros trabajos pero paralelamente pintaban. Como no me gusta la docencia y no entendía que otras opciones había en la vida laboral de un artista, me decidí a estudiar arquitectura. Me recibí en el año 2000 y enseguida empecé la carrera de Bellas Artes, aunque solo cursé dos años y continué mi formación artística con cursos y talleres. Ya viviendo en la ciudad de Rosario y en contacto con su actividad cultural entendí que quería y podía dedicarme también al arte. 

¿Cuál es tu proceso creativo?

Siempre trabajé con la imaginación, intentando traer a la realidad formas o combinaciones de elementos y colores. Cuando aquella idea ya está en la realidad, con su textura, su tamaño y su desarrollo en el tiempo, siempre me sorprende y me estimula. Y es aquí donde encuentro el placer de descubrir, donde aparece la curiosidad por explorar las variantes de un planteamiento estético. 

En mis obras a veces necesito lo figurativo para representar mejor ciertas metáforas, el cuerpo humano como referencia para lograr la identificación de sensaciones y de ubicación en un contexto, acerca de cómo nos podemos sentir en relación al mundo y a nosotros mismos, y son sentimientos tan propios y a la vez universales que cada espectador seguramente lo interpreta de manera diferente. 

Otras veces, prefiero las formas abstractas, donde el recorrido de las líneas y el movimiento que describen puede hablar de intenciones, de salir, entrar, empezar, volver, abrir, cerrar, en fin, acciones vitales que todos comprendemos. 

En mis trabajos más recientes utilizó módulos creados con una lógica geométrica, es decir que las formas contenidas en los módulos tienen puntos de contacto precisos y posibilitan la generación de patrones. En esta búsqueda expresiva fui descubriendo un lenguaje gráfico para crear una proliferación de mundos imaginarios, en donde los módulos generadores dejan de distinguirse como tales y se funden en una composición compleja.

¿Qué buscas al intervenir espacios?

Al intervenir espacios busco transformarlos y potenciarlos. Cada espacio tiene cualidades especiales de tamaño, luminosidad, proporción, textura, etc. Para mí estas características son condicionantes muy importantes que definen la intervención y la intención de la misma. Tanto los colores que se escogen como la densidad y extensión de las formas, van a crear una nueva calidad espacial. Se puede trabajar con un gran contraste para poner en valor la materialidad existente y diferenciarla de la intervención, o se puede actuar de manera más armónica, intentando acoplarse a lo existente para crear una unidad. Las opciones son muchas y a veces no es fácil decidirse, yo trato de avanzar con las que mas me gusta y meterme de lleno sin volver atrás.

Paisaje Verdeta / Autor: Lucrecia Sodo

¿Qué te llevó a colaborar en PRODUCTORA y que te gustó de trabajar ahí?

Yo llegué a México en el 2007 decidida a trabajar únicamente en proyectos artísticos, cuando me encontré casualmente a los socios de PRODUCTORA, estaba haciendo cerámica y grabado principalmente. Desde que conocí la oficina me fascinó este proyecto enfocado en la arquitectura contemporánea mexicana, involucrado en concursos y convocatoria nacionales e internacionales. Cuando me propusieron trabajar con ellos sentí que se abriría un nuevo mundo muy interesante y enriquecedor. Y así fue, a través de los proyectos de PRODUCTORA conocí arquitectos y artistas que siguen siendo una referencia para mi. Trabajé en PRODUCTORA desde marzo del 2008 hasta junio del 2021, un poco mas de 13 años, en el rol de Coordinadora General, un puesto que fue creciendo en la medida que fue creciendo la oficina. Disfruté mucho de ser parte de este proyecto, porque mi visión tenía que abarcar todo lo que sucedía y todo lo que implica que una oficina de arquitectura funcione: podía entender el desarrollo de diseño de los proyectos, la relación con los cliente, la imagen y prensa de la oficina, la formación de los equipos de trabajo, la selección y mantenimiento del equipamiento de nuestro espacio, la agenda de actividades, conferencias, exhibiciones, eventos especiales, y muchas otras cosas más administrativas y operativas.  Yo soy una persona muy organizada y responsable (eso dicen.. jaja) y aportar a que este gran proyecto funcione, entendiendo aspectos de la profesión que muchas veces no se consideran cuando uno decide ser arquitecto, me dio mucha satisfacción. PRODUCTORA fue mi casa durante muchos años, el ambiente de trabajo activo y colaborativo siempre fue de lo mejor. Ahí encontré grandes amigos de la vida y los cuatros socios de PRODUCTORA siguen siendo cercanos y queridos amigos también. 

Nube Oaxaqueña / Autor: Lucrecia Sodo
Oaxaca Rayado Vermon / Autor: Lucrecia Sodo

¿Cómo crees que el arte y la arquitectura pueden mejorar la vida de las personas?

El arte y la arquitectura pueden mejorar la vida de las personas en tanto se ocupan de sus necesidades primarias: sensoriales, culturales, emocionales e intelectuales . La arquitectura y el arte funcionan como reflejo de la sociedad, con la carga histórica que esto implica. Y como todas las artes se van nutriendo de las ideologías de su época e intentan expresar, resolver y avanzar hacia el futuro. Creo que hay diferentes tipo de arte y de arquitectura en cuanto a las intenciones expresivas, políticas y estéticas, sin embargo todas forman un conjunto que se pueden analizar global o particularmente en relación al contexto. La arquitectura generalmente tiene que responder a una función, la cuestión es resolver ese requerimiento de la mejor manera, considerando eficiencia, belleza e innovación. El arte plástico, en cambio, sin fines utilitarios precisos, se dirige a los espectadores para estimular, conmover y despertar sentimientos y pensamiento. Cuando pienso en responder esta pregunta, se me ocurre que hay diferentes escalas, uno puede hablar de las personas a nivel sociedad, a nivel generación y a nivel personal, por eso es difícil dar una respuesta que abarque toda la complejidad del asunto. Pero creo que en todos los casos y en todas las épocas podemos entender que las personas necesitan del arte y de la arquitectura y por suerte parece que esta posibilidad de libertad y expresión, aunque falta mucho, es cada vez más amplia y variada. 

Puedes conocer más de Lucrecia Sodo en su sitio web https://lucreciasodo.com/ y redes sociales @luquisodo

El Centro Histórico: Testigo de la independencia

Además de ser una atracción turística, el Zócalo de la Ciudad de México suele ser escenario de numerosos eventos para los habitantes de la capital del país — conciertos, ferias, protestas y, año con año, el Grito de Independencia, que se lleva a cabo la noche del 15 de septiembre. Este 2020 fue la excepción. A raíz de la pandemia global que aún afecta a México, los festejos usuales de la independencia fueron modificados, y el Zócalo se mantuvo vacío, una imagen histórica que sólo podemos esperar no se repita en los años por venir. 

En Reurbano, nos apasiona la ciudad, desde sus fluctuaciones cotidianas hasta su evolución con el paso de las décadas y los siglos. Creemos que es importante entenderla como un ente mutable, que debe adaptarse constantemente a las costumbres y necesidades contemporáneas. Sin embargo, la preservación del patrimonio construido de una ciudad es igualmente importante; los edificios antiguos son muestra de su cultura, que crean un sentido de pertenencia en los habitantes de una ciudad y funcionan como evidencia tangible de su historia para cualquiera que la visite.

Crédito: Hugo Tovar

Espacios como el Zócalo o los edificios patrimoniales que se encuentran en el Centro Histórico han sido testigos de las transformaciones que ha tenido la Ciudad de México. En septiembre, hace 210 años, México logró su independencia, comenzando un nuevo capítulo en su historia que, como en cualquier otra ciudad alrededor del mundo, se puede analizar a través de la arquitectura que se produjo. 

Ya que en México no se dio una revolución industrial como en Inglaterra, la arquitectura en México siguió mostrando fuertes influencias europeas a lo largo del siglo XIX. Por ello, en el Centro Histórico de la CDMX abundan edificios de estilo neoclásico y barroco, construidos con materiales locales como la piedra caliza.

Crédito: Bhargava Marripati

Un ejemplo es el icónico Palacio de Minería, diseñado y construido entre 1797 y 1813 por el escultor y arquitecto valenciano Manuel Tolsá, a quien también se le atribuye la proyección del Museo Nacional de San Carlos, otro emblemático edificio de la Ciudad de México. Hacia finales del siglo, en 1891, se inauguró el primer Palacio de Hierro, cuyo diseño ofrece un vistazo a lo que sería la arquitectura industrial. Unos años después se terminó la construcción de lo que ahora es el Gran Hotel de la Ciudad de México, el primer edificio Art Nouveau en el país. Vale la pena detenerse en todos estos espacios la siguiente vez que te encuentres caminando por las calles del Centro Histórico, e imaginar por un momento todo de lo que han sido testigos.

Hacer Ciudad – Entrevista con MMX acerca de Liverpool 9

Fundado en el 2010 en la Ciudad de México, Estudio MMX es un despacho de arquitectura cuyo trabajo es el resultado de procesos colaborativos que van desde el diseño de instalaciones hasta la arquitectura y el urbanismo.

Crédito: Rafael Gamo

Junto con Reurbano, Estudio MMX ha dirigido la restauración de un inmueble catalogado como patrimonio cultural sobre la calle Liverpool en la colonia Juárez. Del edificio destacan las ornamentaciones clásicas de estilo Art Decó que se observan en la fachada, pero quizás lo más interesante del proyecto es el lugar que ocupará dentro del tejido urbano de uno de los barrios más vibrantes de la Ciudad de México. Platicamos con MMX acerca del proyecto: 

A grandes rasgos, ¿cómo describirían la colonia Juárez, y su relación con el resto de la CDMX? 

MMX: La Juárez, al igual que muchas de las colonias cercanas a Reforma y al centro, está muy integrada a la ciudad y ha pasado por distintos periodos y condiciones. En este momento hay mucha oportunidad en el sentido del potencial que tiene la colonia. Ha mejorado mucho en los últimos años, pero aún se encuentra en desarrollo. Creemos que es una colonia clave del sector centro de la ciudad, por su condición de ser un área que conecta la zona centro con otros barrios al poniente, y en esa conexión urbana está su mayor potencial. 

Al aproximarse a este proyecto, ¿qué fue lo que consideraron importante de tomar en cuenta en cuanto al estilo de vida actual y futuro de quienes viven en la zona? 

MMX: El proyecto se trata de un edificio patrimonial, entonces de entrada no había lugar para decisiones que llegaran a imponer algo nuevo sobre la colonia. Es un proyecto pequeño, con sólo 10 unidades residenciales y 6 lotes comerciales en la planta baja, y un tema importante fue apostar por una ciudad menos vehicular, vinculada al peatón, para responder a quienes buscan residencias en zonas bien conectadas donde no tienen que hacerse de un coche porque tienen acceso al transporte público y a todo tipo de servicios. Este estilo de vida no es ajeno a la Juárez, entonces la recuperación de este inmueble no sólo se trata de rescatar un edificio, sino también de preservar e intensificar las dinámicas urbanas de la zona. 

¿Qué beneficios ofrecen los comercios en las plantas bajas de este tipo de edificios?

Establecer el vínculo más estrecho posible del primer nivel de un edificio con la ciudad es fundamental en intervenciones de este tipo, ya sea en edificios existentes o nuevos, que también hemos trabajado en la zona. La acción principal en estos casos es lograr que el edificio se vincule a la calle y, así, a la colonia y a los espacios públicos y comerciales que ofrece — parques, cafés, galerías, bibliotecas… Este edificio además tiene un vestíbulo espectacular, entonces se agrega una gradación más en este paso de lo público a lo privado para sus residentes.

A nivel formal, ¿qué intervenciones se realizaron al inmueble?

La verdad es que el trabajo y las acciones fueron muy sencillas, estuvieron concentradas en la recuperación tal cual, casi que de mantenimiento para conservación del edificio. No cambiamos acabados en ningún punto de la fachada, y muy poco en los interiores. Cada departamento conserva molduras y características de la época, y eso es importante porque la experiencia de habitar en este edificio debería ser con conciencia de que tiene tanta historia. El trabajo fue lograr una restauración del deterioro conservando el carácter del paso del tiempo sobre el inmueble. No queríamos que se viera como un edificio nuevo. 

¿Cuál es el valor de conservar este tipo de inmueble, en lugar de demolerlo y hacer algo totalmente nuevo?

La virtud está en darle su relevancia y exaltar el valor que tiene la historia de los propios edificios; mantener vigente un pedazo de esa historia es importante para una ciudad. Y sí hay algunas intervenciones, que aunque son contemporáneas son muy respetuosas y sutiles, casi imperceptibles.

Hacer Ciudad – Entrevista con MMX acerca de Liverpool 9

Fundado en el 2010 en la Ciudad de México, Estudio MMX es un despacho de arquitectura cuyo trabajo es el resultado de procesos colaborativos que van desde el diseño de instalaciones hasta la arquitectura y el urbanismo.

Crédito: Rafael Gamo

Junto con Reurbano, Estudio MMX ha dirigido la restauración de un inmueble catalogado como patrimonio cultural sobre la calle Liverpool en la colonia Juárez. Del edificio destacan las ornamentaciones clásicas de estilo Art Decó que se observan en la fachada, pero quizás lo más interesante del proyecto es el lugar que ocupará dentro del tejido urbano de uno de los barrios más vibrantes de la Ciudad de México. Platicamos con MMX acerca del proyecto: 

A grandes rasgos, ¿cómo describirían la colonia Juárez, y su relación con el resto de la CDMX? 

MMX: La Juárez, al igual que muchas de las colonias cercanas a Reforma y al centro, está muy integrada a la ciudad y ha pasado por distintos periodos y condiciones. En este momento hay mucha oportunidad en el sentido del potencial que tiene la colonia. Ha mejorado mucho en los últimos años, pero aún se encuentra en desarrollo. Creemos que es una colonia clave del sector centro de la ciudad, por su condición de ser un área que conecta la zona centro con otros barrios al poniente, y en esa conexión urbana está su mayor potencial. 

Al aproximarse a este proyecto, ¿qué fue lo que consideraron importante de tomar en cuenta en cuanto al estilo de vida actual y futuro de quienes viven en la zona? 

MMX: El proyecto se trata de un edificio patrimonial, entonces de entrada no había lugar para decisiones que llegaran a imponer algo nuevo sobre la colonia. Es un proyecto pequeño, con sólo 10 unidades residenciales y 6 lotes comerciales en la planta baja, y un tema importante fue apostar por una ciudad menos vehicular, vinculada al peatón, para responder a quienes buscan residencias en zonas bien conectadas donde no tienen que hacerse de un coche porque tienen acceso al transporte público y a todo tipo de servicios. Este estilo de vida no es ajeno a la Juárez, entonces la recuperación de este inmueble no sólo se trata de rescatar un edificio, sino también de preservar e intensificar las dinámicas urbanas de la zona. 

¿Qué beneficios ofrecen los comercios en las plantas bajas de este tipo de edificios?

Establecer el vínculo más estrecho posible del primer nivel de un edificio con la ciudad es fundamental en intervenciones de este tipo, ya sea en edificios existentes o nuevos, que también hemos trabajado en la zona. La acción principal en estos casos es lograr que el edificio se vincule a la calle y, así, a la colonia y a los espacios públicos y comerciales que ofrece — parques, cafés, galerías, bibliotecas… Este edificio además tiene un vestíbulo espectacular, entonces se agrega una gradación más en este paso de lo público a lo privado para sus residentes.

A nivel formal, ¿qué intervenciones se realizaron al inmueble?

La verdad es que el trabajo y las acciones fueron muy sencillas, estuvieron concentradas en la recuperación tal cual, casi que de mantenimiento para conservación del edificio. No cambiamos acabados en ningún punto de la fachada, y muy poco en los interiores. Cada departamento conserva molduras y características de la época, y eso es importante porque la experiencia de habitar en este edificio debería ser con conciencia de que tiene tanta historia. El trabajo fue lograr una restauración del deterioro conservando el carácter del paso del tiempo sobre el inmueble. No queríamos que se viera como un edificio nuevo. 

¿Cuál es el valor de conservar este tipo de inmueble, en lugar de demolerlo y hacer algo totalmente nuevo?

La virtud está en darle su relevancia y exaltar el valor que tiene la historia de los propios edificios; mantener vigente un pedazo de esa historia es importante para una ciudad. Y sí hay algunas intervenciones, que aunque son contemporáneas son muy respetuosas y sutiles, casi imperceptibles.

El Centro Histórico: Testigo de la independencia

Además de ser una atracción turística, el Zócalo de la Ciudad de México suele ser escenario de numerosos eventos para los habitantes de la capital del país — conciertos, ferias, protestas y, año con año, el Grito de Independencia, que se lleva a cabo la noche del 15 de septiembre. Este 2020 fue la excepción. A raíz de la pandemia global que aún afecta a México, los festejos usuales de la independencia fueron modificados, y el Zócalo se mantuvo vacío, una imagen histórica que sólo podemos esperar no se repita en los años por venir. 

En Reurbano, nos apasiona la ciudad, desde sus fluctuaciones cotidianas hasta su evolución con el paso de las décadas y los siglos. Creemos que es importante entenderla como un ente mutable, que debe adaptarse constantemente a las costumbres y necesidades contemporáneas. Sin embargo, la preservación del patrimonio construido de una ciudad es igualmente importante; los edificios antiguos son muestra de su cultura, que crean un sentido de pertenencia en los habitantes de una ciudad y funcionan como evidencia tangible de su historia para cualquiera que la visite.

Crédito: Hugo Tovar

Espacios como el Zócalo o los edificios patrimoniales que se encuentran en el Centro Histórico han sido testigos de las transformaciones que ha tenido la Ciudad de México. En septiembre, hace 210 años, México logró su independencia, comenzando un nuevo capítulo en su historia que, como en cualquier otra ciudad alrededor del mundo, se puede analizar a través de la arquitectura que se produjo. 

Ya que en México no se dio una revolución industrial como en Inglaterra, la arquitectura en México siguió mostrando fuertes influencias europeas a lo largo del siglo XIX. Por ello, en el Centro Histórico de la CDMX abundan edificios de estilo neoclásico y barroco, construidos con materiales locales como la piedra caliza.

Crédito: Bhargava Marripati

Un ejemplo es el icónico Palacio de Minería, diseñado y construido entre 1797 y 1813 por el escultor y arquitecto valenciano Manuel Tolsá, a quien también se le atribuye la proyección del Museo Nacional de San Carlos, otro emblemático edificio de la Ciudad de México. Hacia finales del siglo, en 1891, se inauguró el primer Palacio de Hierro, cuyo diseño ofrece un vistazo a lo que sería la arquitectura industrial. Unos años después se terminó la construcción de lo que ahora es el Gran Hotel de la Ciudad de México, el primer edificio Art Nouveau en el país. Vale la pena detenerse en todos estos espacios la siguiente vez que te encuentres caminando por las calles del Centro Histórico, e imaginar por un momento todo de lo que han sido testigos.

Hacer Ciudad – Entrevista con Juan Carral sobre Casa Emilio Dondé

Crédito Víctor Ebergenyi para Arquine

     

A pesar de que el arquitecto Juan Carral tiene más de diez años viviendo en Cancún, Quintana Roo, donde fundó y dirige su despacho JC Arquitectura, realizó gran parte de sus estudios en la Ciudad de México, y se mantiene enamorado de las dinámicas urbanas que aloja.

La histórica avenida Bucareli se encuentra en el barrio de La Ciudadela, tocando con la colonia Juárez y a unas cuadras de la Alameda Central. Monumentos como el Reloj Chino y edificios patrimoniales como el Gaona adornan la calle, que ha sido testigo de la historia de la Ciudad de México desde la época porfiriana. Actualmente, se encuentra en un proceso de reactivación urbana, que busca rehabilitar la zona para convertirla nuevamente en un lugar atractivo para residentes y peatones.

Junto con Reurbano, Juan Carral ha remodelado la Casa Emilio Dondé 7, un inmueble ubicado a una cuadra del icónico Reloj Chino. El edificio patrimonial fue construido alrededor de 1860 y consta de tres patios, que tomarán nueva vida al ser rodeados de unidades residenciales contemporáneas y algunos lotes comerciales en su planta baja.

El proyecto, diseñado inicialmente en conjunto con Juan Soler y Alan Orozco, juega un rol importante en la reactivación de la zona, debido a su intención de establecer un diálogo entre el inmueble, la calle sobre la cual se ubica, y la colonia.

     

Platicamos con el arquitecto Juan Carral acerca de Casa Emilio Dondé 7.

Viviendo fuera de la Ciudad de México, ¿cómo describes el proceso de trabajar con un inmueble patrimonial, en una zona céntrica de la metrópolis? 

He trabajado con Eduardo Cadaval [arquitecto de Cadaval & Solà Morales], quien me recomendó inicialmente a Reurbano porque hemos trabajado juntos en Cancún. Aunque estoy lejos de toda esta vida urbana e histórica de la ciudad, siempre la aprecié viviendo allá, y la extraño. En Cancún tenemos otras cosas, otros paisajes y valores con los cuales trabajar, pero después de haber hecho tantos proyectos acá, fue una delicia poder regresar a trabajar con la historia.

Este tipo de remodelaciones son retos complejos, un esfuerzo enorme y más grande que si haces algo de cero. Además de pensar en términos de diseño arquitectónico, hay otros factores en juego, sobre todo cuando el edificio es patrimonial y debes trabajar en conjunto distintas autoridades como el INAH o SEDUVI. Es importante respetar lo que hay al mismo tiempo que intentas generar nuevas dinámicas a partir del espacio dentro y fuera del inmueble.

 

¿En qué maneras crees que este proyecto responde a las necesidades urbanas de esta zona de la ciudad?

Veo varias cosas. Cuando trabajaba con Javier Sánchez en México, en el ‘98, ‘00, por ahí, había un distinto uso de suelo, una normatividad distinta en cuanto al uso de coches, una concepción distinta de los centro urbanos como lugares inseguros. Lo que ha pasado en los últimos 10-15 años en la ciudad es increíble, y Reurbano lo ha potencializado enormemente.

Si bien generaciones pasadas se fueron del centro hacia los suburbios, ahora está claro que la gente regresa al centro por los valores que tiene, históricos, urbanos, de infraestructura y de servicios, muchas cosas. Entonces el trabajo de Reurbano cumple una función esencial porque implementan un plan no sólo con un inmueble sino con una calle, cuadra, y barrio completo, creando un tejido de proyectos que buscan generar dinámicas parecidas con usos mixtos que los mantengan activos todo el día.

Un edificio aislado está bien, pero cuando sumas 3 o 4 o 5, y te puedes ir caminando de uno a otro, y en uno vives pero en la planta baja del otro hay negocios, y te puedes ir a visitar a tu vecino que vive ahí también, eso genera comunidad y eso es hacer ciudad. Tiene un valor enorme.

 

¿Qué enseñanzas te deja haber trabajado en este proyecto? 

Que hay que trabajar por rescatar lo que tenemos, porque los centro históricos no se pueden hacer, existen y sólo se pueden cuidar y activar. Yo creo que la mejor vivienda es la más flexible, en donde todo el tiempo está pasando algo en los edificios. Y en cuanto a los inmuebles patrimoniales, son valiosos porque ya no construimos como lo hicieron hace cientos de años, y encontrar una manera de poder habitarlos de manera contemporánea es importante para tener presente la historia de la ciudad.

Está claro que tenemos que buscar crear ciudades mixtas sin miedo, y Reurbano me deja que hay que dialogar con autoridades, y cambiar las normas para hacer esta idea de la ciudad mixta, que tiene que ver con densidad y uso de suelo. Los últimos 30 años hicimos ciudades dispersas, con usos de suelos muy separados. Entre más entendemos a los edificios y a la gente, más segura va a ser la banqueta, más demanda va a tener la zona, y se vuelve más divertido habitar la ciudad. Sin importar la zona, un edificio mixto invita a que se use a todas horas, y que se genere una comunidad a su alrededor.

Y finalmente, trabajar con el patrimonio construido es algo a lo cual te debes aproximar con respeto. Realmente creo que la intervención en Casa Emilio Dondé 7 es muy educada; casi no se ve. En este caso casi no se siente, es demasiado sutil. Lo importante es la vivienda y cómo funciona. De abajo es robusto, y de arriba es mucho más esbelto, ligero. En general, una estructura bien resuelta, para mí ya es bella.

Hacer Ciudad – Entrevista con Juan Carral sobre Casa Emilio Dondé

Crédito Víctor Ebergenyi para Arquine

     

A pesar de que el arquitecto Juan Carral tiene más de diez años viviendo en Cancún, Quintana Roo, donde fundó y dirige su despacho JC Arquitectura, realizó gran parte de sus estudios en la Ciudad de México, y se mantiene enamorado de las dinámicas urbanas que aloja. 

La histórica avenida Bucareli se encuentra en el barrio de La Ciudadela, tocando con la colonia Juárez y a unas cuadras de la Alameda Central. Monumentos como el Reloj Chino y edificios patrimoniales como el Gaona adornan la calle, que ha sido testigo de la historia de la Ciudad de México desde la época porfiriana. Actualmente, se encuentra en un proceso de reactivación urbana, que busca rehabilitar la zona para convertirla nuevamente en un lugar atractivo para residentes y peatones. 

Junto con Reurbano, Juan Carral ha remodelado la Casa Emilio Dondé 7, un inmueble ubicado a una cuadra del icónico Reloj Chino. El edificio patrimonial fue construido alrededor de 1860 y consta de tres patios, que tomarán nueva vida al ser rodeados de unidades residenciales contemporáneas y algunos lotes comerciales en su planta baja. 

El proyecto, diseñado inicialmente en conjunto con Juan Soler y Alan Orozco, juega un rol importante en la reactivación de la zona, debido a su intención de establecer un diálogo entre el inmueble, la calle sobre la cual se ubica, y la colonia.

 

Platicamos con el arquitecto Juan Carral acerca de Casa Emilio Dondé 7.

Viviendo fuera de la Ciudad de México, ¿cómo describes el proceso de trabajar con un inmueble patrimonial, en una zona céntrica de la metrópolis? 

He trabajado con Eduardo Cadaval [arquitecto de Cadaval & Solà Morales], quien me recomendó inicialmente a Reurbano porque hemos trabajado juntos en Cancún. Aunque estoy lejos de toda esta vida urbana e histórica de la ciudad, siempre la aprecié viviendo allá, y la extraño. En Cancún tenemos otras cosas, otros paisajes y valores con los cuales trabajar, pero después de haber hecho tantos proyectos acá, fue una delicia poder regresar a trabajar con la historia. 

Este tipo de remodelaciones son retos complejos, un esfuerzo enorme y más grande que si haces algo de cero. Además de pensar en términos de diseño arquitectónico, hay otros factores en juego, sobre todo cuando el edificio es patrimonial y debes trabajar en conjunto distintas autoridades como el INAH o SEDUVI. Es importante respetar lo que hay al mismo tiempo que intentas generar nuevas dinámicas a partir del espacio dentro y fuera del inmueble. 

 

¿En qué maneras crees que este proyecto responde a las necesidades urbanas de esta zona de la ciudad?

Veo varias cosas. Cuando trabajaba con Javier Sánchez en México, en el ‘98, ‘00, por ahí, había un distinto uso de suelo, una normatividad distinta en cuanto al uso de coches, una concepción distinta de los centro urbanos como lugares inseguros. Lo que ha pasado en los últimos 10-15 años en la ciudad es increíble, y Reurbano lo ha potencializado enormemente. 

Si bien generaciones pasadas se fueron del centro hacia los suburbios, ahora está claro que la gente regresa al centro por los valores que tiene, históricos, urbanos, de infraestructura y de servicios, muchas cosas. Entonces el trabajo de Reurbano cumple una función esencial porque implementan un plan no sólo con un inmueble sino con una calle, cuadra, y barrio completo, creando un tejido de proyectos que buscan generar dinámicas parecidas con usos mixtos que los mantengan activos todo el día. 

Un edificio aislado está bien, pero cuando sumas 3 o 4 o 5, y te puedes ir caminando de uno a otro, y en uno vives pero en la planta baja del otro hay negocios, y te puedes ir a visitar a tu vecino que vive ahí también, eso genera comunidad y eso es hacer ciudad. Tiene un valor enorme.

 

¿Qué enseñanzas te deja haber trabajado en este proyecto? 

Que hay que trabajar por rescatar lo que tenemos, porque los centro históricos no se pueden hacer, existen y sólo se pueden cuidar y activar. Yo creo que la mejor vivienda es la más flexible, en donde todo el tiempo está pasando algo en los edificios. Y en cuanto a los inmuebles patrimoniales, son valiosos porque ya no construimos como lo hicieron hace cientos de años, y encontrar una manera de poder habitarlos de manera contemporánea es importante para tener presente la historia de la ciudad. 

Está claro que tenemos que buscar crear ciudades mixtas sin miedo, y Reurbano me deja que hay que dialogar con autoridades, y cambiar las normas para hacer esta idea de la ciudad mixta, que tiene que ver con densidad y uso de suelo. Los últimos 30 años hicimos ciudades dispersas, con usos de suelos muy separados. Entre más entendemos a los edificios y a la gente, más segura va a ser la banqueta, más demanda va a tener la zona, y se vuelve más divertido habitar la ciudad. Sin importar la zona, un edificio mixto invita a que se use a todas horas, y que se genere una comunidad a su alrededor.

Y finalmente, trabajar con el patrimonio construido es algo a lo cual te debes aproximar con respeto. Realmente creo que la intervención en Casa Emilio Dondé 7 es muy educada; casi no se ve. En este caso casi no se siente, es demasiado sutil. Lo importante es la vivienda y cómo funciona. De abajo es robusto, y de arriba es mucho más esbelto, ligero. En general, una estructura bien resuelta, para mí ya es bella.

Conéctate con la Ciudad, Corriéndola

Crédito Nati Harnik/Associated Press

     

Fuera de los obvios estragos que ha producido la pandemia del 2020 en la salud pública y la economía de pequeños y medianos negocios, es innegable que ha traído también otras pérdidas, quizás menos drásticas, pero que pueden afectarnos de una manera aguda y personal. Para miles de atletas alrededor del mundo, por ejemplo, la cancelación de los juegos olímpicos este año representó un golpe duro a sus carreras profesionales y ambiciones.

Pero no sólo los atletas de alto rendimiento sufrieron las consecuencias del necesario distanciamiento social que estamos practicando. Normalmente, en cualquier día de la semana, las calles y parques de ciudades alrededor del mundo son utilizadas por corredores de todo nivel, quienes entrenan simplemente para despejar sus mentes, o incluso para cumplir una meta específica — lograr terminar su maratón local.

     

Crédito Bosque de Chapultepec

     

Es cierto que la cancelación del Maratón de la CDMX no puede considerarse como un hecho inesperado. México, como otros países alrededor del mundo, aún lucha por mitigar sus niveles de contagio del COVID-19, y los eventos masivos se han detenido por un tiempo aún indefinido. Tampoco podemos considerar la cancelación del maratón como una tragedia, sobre todo en comparación con las enormes pérdidas, tangibles e intangibles, que se están viendo a raíz de la pandemia. Sin embargo, para quienes nos dedicamos a pensar en la ciudad — en su mutabilidad, diversidad, y todo lo que puede ofrecer a quienes la habitan — es una lástima tener que prescindir de un día en donde miles de ciudadanos salen a apropiarse de sus calles, cada uno por un motivo profundamente personal, pero persiguiendo en conjunto una misma meta.

La utilización cotidiana del espacio público para correr es una actividad accesible para casi cualquiera, saludable y eco-friendly. Además, crea una conexión entre el ciudadano y su barrio. Si bien al correr entramos en un trance agradable, seguimos pisando sobre el suelo que compone un tejido urbano y pasando al lado de personas que comparten este espacio con nosotros. Correr al aire libre significa adoptar un rol activo en la vida de la ciudad, y beneficia tanto al individuo como a su comunidad.

     

Crédito Tyrone Dukes/The New York Times

     

El maratón de Nueva York en 1975 fue el primero en utilizar calles y parques públicos como escenario de una carrera completa. La energía positiva que esto generó en corredores y espectadores se convirtió en un ejemplo a seguir para otras grandes ciudades alrededor del mundo. Además de generar ingresos para la ciudad, un maratón es un momento emocionante; una celebración de la vida en comunidad y del espacio público. Sólo queda esperar que el siguiente año podamos activar así las calles de la CDMX y, por ahora, amarrar nuestras agujetas y retomar nuestras calles al salir a correr bajo sus árboles. Eso sí, aún con cubrebocas.

Conéctate con la Ciudad, Corriéndola

Crédito Nati Harnik/Associated Press

 

Fuera de los obvios estragos que ha producido la pandemia del 2020 en la salud pública y la economía de pequeños y medianos negocios, es innegable que ha traído también otras pérdidas, quizás menos drásticas, pero que pueden afectarnos de una manera aguda y personal. Para miles de atletas alrededor del mundo, por ejemplo, la cancelación de los juegos olímpicos este año representó un golpe duro a sus carreras profesionales y ambiciones. 

Pero no sólo los atletas de alto rendimiento sufrieron las consecuencias del necesario distanciamiento social que estamos practicando. Normalmente, en cualquier día de la semana, las calles y parques de ciudades alrededor del mundo son utilizadas por corredores de todo nivel, quienes entrenan simplemente para despejar sus mentes, o incluso para cumplir una meta específica — lograr terminar su maratón local.

     

Crédito Bosque de Chapultepec

     

Es cierto que la cancelación del Maratón de la CDMX no puede considerarse como un hecho inesperado. México, como otros países alrededor del mundo, aún lucha por mitigar sus niveles de contagio del COVID-19, y los eventos masivos se han detenido por un tiempo aún indefinido. Tampoco podemos considerar la cancelación del maratón como una tragedia, sobre todo en comparación con las enormes pérdidas, tangibles e intangibles, que se están viendo a raíz de la pandemia. Sin embargo, para quienes nos dedicamos a pensar en la ciudad — en su mutabilidad, diversidad, y todo lo que puede ofrecer a quienes la habitan — es una lástima tener que prescindir de un día en donde miles de ciudadanos salen a apropiarse de sus calles, cada uno por un motivo profundamente personal, pero persiguiendo en conjunto una misma meta. 

La utilización cotidiana del espacio público para correr es una actividad accesible para casi cualquiera, saludable y eco-friendly. Además, crea una conexión entre el ciudadano y su barrio. Si bien al correr entramos en un trance agradable, seguimos pisando sobre el suelo que compone un tejido urbano y pasando al lado de personas que comparten este espacio con nosotros. Correr al aire libre significa adoptar un rol activo en la vida de la ciudad, y beneficia tanto al individuo como a su comunidad.

     

Crédito Tyrone Dukes/The New York Times

 

El maratón de Nueva York en 1975 fue el primero en utilizar calles y parques públicos como escenario de una carrera completa. La energía positiva que esto generó en corredores y espectadores se convirtió en un ejemplo a seguir para otras grandes ciudades alrededor del mundo. Además de generar ingresos para la ciudad, un maratón es un momento emocionante; una celebración de la vida en comunidad y del espacio público. Sólo queda esperar que el siguiente año podamos activar así las calles de la CDMX y, por ahora, amarrar nuestras agujetas y retomar nuestras calles al salir a correr bajo sus árboles. Eso sí, aún con cubrebocas.

La segunda vida de Doctor Erazo 176

Preservar el patrimonio construido de una ciudad es más que un esfuerzo estético; los edificios antiguos cuentan relatos e informan a los ciudadanos sobre un pasado del cual no fueron testigos. Para quienes rechacen este romanticismo cultural, existe otra motivo para evitar demoler los edificios antiguos de nuestras ciudades: La humanidad está peligrosamente cerca de agotar los recursos de la Tierra, y debemos comenzar a cuestionar nuestra predilección por lo nuevo. El término ‘reciclaje’ normalmente se emplea para hablar de plásticos de uso único, u hojas de papel, o cajas de cartón, pero llegó el momento de aplicarlo a las construcciones en desuso. 

Hace algunos años, una fábrica de textiles y encajes en la colonia Doctores de la Ciudad de México cerró, después de casi cien años de operación. El inmueble — tres pisos rodeando un patio central, grandes ventanales con herrería en cuadrícula, su fachada un distintivo color verde — es tan enorme como su potencial. El primer nuevo inquilino fue Buna, una empresa cafetera mexicana que colocó su tostadora dentro de la ex-fábrica. Después, algunos estudios de diseño y arquitectura vieron en el edificio la posibilidad de crear una comunidad, y comenzó a tomar forma La Laguna, un conjunto de oficinas, talleres, y espacios abiertos al público que busca reactivar la zona. 

PRODUCTORA, un despacho de arquitectura fundado en la Ciudad de México, ha establecido dentro del inmueble su oficina y el espacio expositivo LIGA-df, una plataforma que promueve la arquitectura contemporánea latinoamericana. El despacho de diseño La Metropolitana también se unió a La Laguna, donde ahora tienen sus oficinas, showroom, y taller de carpintería. Anfora Studio, la división de diseño de la marca de porcelana Anfora, abrió un taller de cerámica dentro del edificio, donde se diseñan y construyen prototipos que después podrán pasar a producirse en serie.

“Hay un punto sentimental importante que es que La Laguna fue una fábrica de oficios (hilos), y muchos de los que trabajaron ahí fueron y siguen siendo vecinos,” dice Irazoque. “Estamos tocando sus puertas, hemos organizado reuniones con la comunidad para conocerlos y entender qué tipo de actividades sociales podrían ser más útiles, ya sean talleres de bordado, talleres de nutrición para mamás, o funciones de cine.” La idea es que un proyecto como La Laguna no sea impositivo para su comunidad inmediata, sino que aprenda de los vecinos para poder integrarse a la zona y mejorar la calidad de vida de los vecinos.

Pero quizá la parte más interesante de lo que sucede en el espacio son los proyectos de vinculación social. “El año pasado entró Gastromotiva,” cuenta Irina Irazoque, coordinadora de vinculación de La Laguna, “un proyecto orientado a acercar a la cocina a personas de escasos recursos.” Tras cuatro meses de clases gratuitas de gastronomía en el sitio, los jóvenes pasan a hacer prácticas profesionales en distintos restaurantes de la ciudad. “La intención es ayudar a gente sin acceso a escuelas sofisticadas, pero con pasión por la gastronomía,” dice Irazoque, quien está también desarrollando junto con su equipo un mapa de actores relevantes de la colonia Doctores con quienes pueden crear vínculos.